No somos tan protagonistas

Me preocupa el protagonismo que le hemos atribuido al “yo”, en nuestra querida generación light todo el enfoque de la creación va dirigido hacia la propia persona del señor y doña “yo”. Ese yoísmo fatal en que somos capaces de mirar no más lejos que nuestros propios intereses.

En nuestro neófito e inexperto caminar como principiantes hemos herido y ofendido a muchos. A lo mejor sin presenciarlo, con una conciencia débil o poco elocuente para precisar de las acciones inoportunas de circunstancias no favorables o al menos así vistas, hemos lacerado los sentimientos de inocentes que sin culpa bailaron en el son de nuestras emociones atiborradas e infantiles.

Este discurso es una disculpa pública, un baluarte para pedir perdón por los atropellos cometidos. Pero también es un llamado: ¡Basta ya!

A la vez que quiero reflexionemos sobre las veces que nos hemos creído el papel protagonista y solo hemos visualizado lo que se nos ha hecho, las faltas hacia nosotros, las críticas y comentarios fuera de lugar sin poder quitarnos las máscaras y ver más ademas las faltas que hemos cometido, a quienes hemos lacerado, los comentarios inapropiados que hemos dicho de otros, los juicios y acusaciones que con o sin intención han herido a los demás.

Tantas veces que vamos por la vida como si somos tan santos y tan angelicales incapaces de hacer ni decir nada que hiera a nadie, pero en realidad con un cuchillo en manos cortando y desabriendo con nuestras actitudes y acciones. Dejemos por favor ese papel de víctima, entendamos que no somos tan protagonistas si la historia la cuenta alguien más, asumamos que si otros cuentan su parte nos encontraremos con una versión nuestra que probablemente ni siquiera conocíamos.

Me ofrezco en sacrificio como la primera, me rindo, me humillo y pido perdón por las faltas que cometí con y sin intención. Oro a Dios para que las heridas que yo provoque en otros puedan ser restauradas. Pido perdón por todas las promesas que hice y nunca cumplí, por irrespetar mi palabra tantas veces, por las veces que irrespete el tiempo de los demás, por no apoyar ni quedarme un poquito más cuando me necesitaron. Especialmente por las veces que creí que se trataba de mi todo el tiempo.

Con mucha consciencia y sinceridad comprendo que las acciones ni las palabras se las lleva el viento, por el contrario se quedan bien arraigadas haciendo eco y carcomiendo a quienes son bombardeados con ellas.

Por lo que les exhorto a que emprendamos un camino de introspección especialmente con lo que decimos, hacemos y la actitud con que nos dirigimos de manera que dejemos el menor daño posible y que las huellas que dejemos sean bonitas. Inspiremos a otros y dejemos un legado.